el camino a dios aguilucho3
     ¡Oh, cuánto quería volar!  Y si no fuera por el mandato de su padre, lo haría en ese mismo momento.

     Poco después de haber nacido, su padre vino volando para darle un mensaje alarmante.  Se inclinó hacia la carita sorprendida del aguilucho, y advirtió severamente, “¡El día que vueles, es el día que mueres!”

     Su madre le hacía recordar que el obedecer sería para su propio bien, le salvaría la vida.  Día tras día, antes que la madre estirara sus alas para volar abajo, le advertía de las palabras de su padre.

     Pero con todo, el aguilucho quería volar.  Un día, después de haber apreciado por mucho tiempo el vuelo silencioso de su madre por las corrientes de aire, sintió que sus propias alas se estaban estirando lentamente.
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