el camino a dios aguilucho4
     Sin darse cuenta, ¡estaba de puntitas brincando alrededor del borde del nido imaginándose volar por el aire!  De pronto, ¡perdió el equilibrio y casi se cae!  Recuperando el equilibrio, rápidamente metió sus alas y sacudió su cabecita velluda.   Recordó esas espantosas palabras de su padre, “El día que vueles, es el día que mueres.”

     Pero mientras miraba más allá del borde del nido, pensaba nuevamente qué sería poder planear sobre el aire.

     “¿Por qué es que quiero hacer lo que no debo hacer?” reflexionaba el aguilucho descansando su cabeza al filo del nido.  “Quizá mi padre sólo está intentando hacerme la vida imposible.”  De pronto se le metió una idea a la mente que nunca debió tener.
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