el camino a dios aguilucho6
     Claro, podría intentar olvidarse de lo que pronto pasaría y gozarse del paisaje espectacular de la montaña al bajar.  Pero eso era imposible.  Por más que intentaba, sus espantosos pensamientos no le dejaban.  “Moriré.  Fue decisión mía,” pensó.  “Hice lo que quise y recibiré lo que me prometió mi padre.  No hay gozo en esta libertad mía, sólo hay pena y muerte.  He desobedecido y estoy perdido para siempre.  ¡Odio mi pecado!  ¡Este es el día que vuelo y el día que muero!”

     Ahora sabía que su única esperanza era que otro, fuera de sí, le ayude.  Necesitaba un rescatador.  Conocía solamente a uno que podría lograrlo.  ¡Oh, cómo obedecería gozosamente si sólo su padre viniera para ayudarle ahora!

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